ÁCena-maridaje en el 3* Michelín Alain Ducasse en Place Athenee, Paris. Ataviados con un correcto y exigido ”Dress Code”, nos dispusimos a ponernos manos a la obra con un menú que el chef había preparado para armonizar con los vinos de otro chef, el “Chef de Cave” de Dom Perignon, Vicent Chaperon, el dios del viñedo de la región…pues, sobre él recae la responsabilidad de decidir el momento idóneo de la recolección, de la selección de Pagos que conformarán la mezcla de Chardonnay y Pinot Noir y su posterior añejamiento.
Platos de leyenda se sucedieron en un servicio sobrio y elegante, impecable, en unos salones dignos de la recepción de un príncipe (clientes asiduos); platos de aperitivo como la Terrina de cabeza de Rodaballo, Mousse de hígado de pescados, Sardina a la brasa con cogollo marinado y su espina frita, mantequilla de Echizè y diferentes panecillos de la región daban las notas de apertura de un menú tan clásico como equilibrado: Lentejas de Puy y Caviar (servido generosamente) con gelatina de Anguila y Blinis de Centeno y nata agria con los que montar un mecano a modo de lujosos “tacos”. Le seguiría una Dorada al punto con verduritas de justa cocción y melocotones de Côtiere; continuaríamos con una composición, no demasiado acertada, de Bogavante de Cotentin con Boletus marinados en mostaza y frutillos del bosque, con un contraste de luces y sombras. El primer postre, Chocolate artesano con cereales tostados, sorbete de Cacao-Single Malt, que bañaba el conjunto con unas notas de turba ahumada. Finalizamos con un sorbete de Limones de Niza con Algas Kombu al estragón, que cumplió la función de dejar en nuestros paladares un final acídulo a la cena.
Un autentico baile entre cocina clásica y el más renombrado de los Champagnes del mundo, que desfilaron entre los platos con acierto (Vintage, varios P2, P3, Rosé, etc.) que revalidaron la frase de “París bien vale una misa”, pronunciada por el hugonote Enrique de Borbón, obligado a su conversión al catolicismo para su coronación.